9.1.12

Mi piel está curtida, no alcanzo a ver que color es, mis pies y mis piernas están frías tapadas con una manta que en algún momento seguro sirvió para guardar calor, mis brazos caen pesados estirando todo el cuero de mi espalda haciéndome olvidar de mi panza, y mis manos. De qué sirven? No tienen un marinero en casa para poder cocinarle pan casero todas las mañanas. Entre todas las arrugas tristes de la cara, se ven mis ojos, son lo único que brilla, que se mantienen húmedos, por las lágrimas. Atrás en mi silla, cuelga un cartel que dice: Espero.